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rominahernandeztra

La importancia de conocerte y aceptarte como eres

Actualizado: 25 sept

Recuerdo que cuando a penas daba mis primeros pasos de tango, hace ya algunos años, que lo que me atrajo fue que era un baile de pareja, pero también un baile social donde además de aprender a bailar, puedes conocer a gente nueva. Estaba buscando un pasatiempo alineado con quien era y que me permitiera expresarme con autenticidad, pero a mi edad, yo ya tenía desarrollada mi personalidad y convicciones claramente definidas.


Además, yo vengo de muchos años de activismo social y estaba consciente de que convivir en colectividad podía ser una experiencia extremadamente compleja: una muy satisfactoria o causa de mucha decepción. El tango para mí, sobre todo al principio, fue un poco de las dos. Pensé que podría ser una buena herramienta para poder expresar quien soy pero sin tanto bla bla  del  activismo social que había experimentado en Montréal.


He pasado mucho tiempo (quizá demasiado) en distintas comunidades organizando y reflexionando sobre las causas y las consecuencias de las múltiples desigualdades sociales, así que cada vez que llego a un lugar o a un contexto social nuevo mi mente se activa automáticamente con un radar para escanear la composición económica, social, racial del grupo. No lo puedo evitar y casi siempre lo hago sin juzgar. pero el reflejo sigue ahí y con el tango no es la excepción. Al principio salir a milonguear fue casi casi un choque cultural, no estaba en mi zona de confort. No me sentía ágil, con destreza y mucho menos sexy o elegante. Me demandaba tiempo, energía, dinero y sobre todo mucha humildad, pero lo que me daba a cambio era mucho más, así que no desistí.


Por primera vez experimentaba mi propia sensualidad y conexión con otro ser humano sin que hubiera necesariamente un deseo sexual. Había descubierto emociones y sensaciones que ningún otro baile me había hecho sentir. Era aterrador, pero que al mismo tiempo adrenalina pura. Fue ahí mi primer acercamiento con el poder del abrazo en relación y comencé a entender a las personas que regresan cada noche sin excepción a encontrar descanso en los brazos del otr@, del desconocid@.


Me tomó algún tiempo empezarme a divertir y estar totalmente presente, pero lo logré. He aprendido a reconocer una tanda cuando es una experiencia completamente empoderadora de cuando es una una simple transacción social y muy superficial. Una herramienta que me ayuda en la vida de todos los días. En el tango he econtrado espacios de comunidad y solidaridad y otros, claro, con experiencias solitarias y competitivas.


Como es un baile social, se crean naturalmente grupos de afinidad, tal como en el mundo “real”. Las milongas no están exentas de machismo, de sexismo, racismo, elitismo, capacitismo o de hetero-normatividad. Pero en esos momentos recuerdo quien soy y que estoy haciendo ahí y me empiezo a divertir.  Si yo vengo a bailar tango es para encontrar un respiro de un mundo que ya funciona así, para escapar de toda esa miseria que hemos creado como humanidad y trato de ser coherente con mis propios valores de respeto e inclusión que son ejes importantes para mí en la vida en todo momento, sin importar el contexto.


Así que me enfoco en lo verdaderamente importante para mí sin querer pertenecer o querer cambiar a los demás. Decidí tener mi propia relación con el tango, una basada en quien soy y no en la relación que tienen los demás. Una relación honesta, una en donde sin traicionarme, puedo encontrar mi punto de equilibrio entre mis valores y mi placer. Me prometí a mí misma que escucharía siempre a mi corazón, pues en el tango el deseo puede ser muy fácilmente la moneda de transacción. Soy auténtica, honesta y fiel a quien soy yo en todos los aspectos de mi vida y en las milongas también. Para mí en el tango, como en terapia y como en la vida en general el secreto está en el autoconocimiento y en la calidad de la conexión con nosotros mismos y después en relación.


Bailar tango me ha permitido conocerme muchísimo mejor, yo sé que disfruto muchísimo más cuando el ambiente es menos pretencioso, abierto e inclusivo. A mí me gusta bailar con hombres, mujeres y niños de todos los horizontes y de todos los niveles, y aunque no niego que la experiencia puede llegar a ser más agradable con quien tiene mayor consciencia corporal, para mí el abrazo sigue siendo lo mejor. Ahora bailo muchísimo menos que cuando empecé, pero n mi rutina semanal siempre hay un día reservado para poder ir a bailar porque es ahí donde encuentro un momento para ofrecerme a mi, es ahí donde no solamente recuerdo quien soy de que estoy hecha y es a decir verdad, un momento totalmente liberador.


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